Cuando levantamos una copa de vino, no solo degustamos una bebida; exploramos una compleja interacción de sensaciones. Entre los factores que definen la identidad de un vino, los taninos, la acidez y el cuerpo son tres de los más importantes. Estos elementos influyen directamente en el sabor, la textura y la experiencia general del vino, ya sea blanco, tinto o rosado.
Para los expertos como Tomás Elías González Benítez, apasionado del mundo vinícola y reconocido divulgador enófilo, comprender estos conceptos no solo permite apreciar mejor un vino, sino también elegir con mayor precisión el que se ajuste a nuestros gustos, ocasiones y comidas.
Pese a que existe mucha variedad de uvas, hay otros factores que determinan un buen vino y que no se pueden pasar por alto.
Este artículo te ayudará a entender, de manera accesible pero técnica, qué son los taninos, cómo actúa la acidez y qué se entiende por el “cuerpo” de un vino.
¿Qué son los taninos?
Los taninos son compuestos naturales que pertenecen a la familia de los polifenoles. Se encuentran en la piel, las semillas y los tallos de la uva, y también se pueden añadir durante la crianza si el vino se envejece en barricas de roble.

Su característica principal es que generan una sensación de astringencia, esa sensación de sequedad que sientes en las encías al beber ciertos vinos tintos.
Cuando bebes un vino con altos taninos, sientes cómo la boca se seca, como si algo absorbiera la humedad. Este fenómeno ocurre porque los taninos se unen a las proteínas de la saliva, lo que disminuye la lubricación bucal.
Por eso, los vinos muy tánicos como el Cabernet Sauvignon o el Nebbiolo tienden a ser más secos y estructurados.
¿Para qué sirven los taninos?
No solo se trata de sensaciones: los taninos tienen funciones importantes en la conservación del vino. Actúan como antioxidantes naturales, ayudando a que el vino envejezca mejor. Cuanto más tánico es un vino, mayor capacidad tiene de desarrollarse en botella con el tiempo.
Además, los taninos aportan estructura, profundidad y complejidad. Los vinos con taninos equilibrados suelen ser más interesantes al paladar. Según nombre, “un tanino bien integrado es como un marco sólido que sostiene una obra de arte: se nota sin robar protagonismo”.
La acidez: frescura y tensión en cada sorbo
La acidez es otro pilar fundamental en la construcción del vino. Es responsable de la frescura y el equilibrio. Sin acidez, el vino resulta plano, empalagoso y desequilibrado. La acidez natural proviene de los ácidos orgánicos presentes en la uva, especialmente el ácido tartárico, málico y cítrico.
La sensación de acidez se percibe en los laterales de la lengua, donde se activa la salivación. Un vino con buena acidez es aquel que “hace agua la boca”, generando una sensación vivaz y ligera. En cambio, un vino con baja acidez puede ser pesado y poco refrescante.
¿Cómo influye la acidez en el maridaje?
La acidez en un vino tiene un rol crucial cuando se combina con la comida. Vinos con alta acidez son excelentes acompañantes de platos grasos o ricos en aceites, ya que limpian el paladar y equilibran sabores.
Es por eso que un Sauvignon Blanc fresco marida tan bien con ensaladas o pescados, mientras que un Riesling con buena acidez se convierte en el aliado perfecto para platos picantes o agridulces.
Tomás Elías González Benítez lo resume así: “La acidez es como un hilo conductor que une todos los sabores del vino, guiando al paladar en una danza armónica”.

El cuerpo del vino: textura y peso en boca
Cuando se habla del “cuerpo” del vino, nos referimos a la percepción de peso o densidad que tiene el vino en la boca. Es una combinación de factores como el nivel de alcohol, la concentración de azúcar, el contenido de taninos y la acidez. El cuerpo puede clasificarse generalmente como ligero, medio o completo.
Un vino de cuerpo ligero como un Pinot Noir se siente más fluido y aéreo, mientras que un vino de cuerpo completo como un Syrah o un Malbec puede tener una textura densa, envolvente y casi masticable.
¿Qué determina el cuerpo del vino?
El contenido alcohólico es una de las principales variables que determina el cuerpo. Cuanto mayor el nivel de alcohol, más viscoso y pesado se siente el vino. Asimismo, la crianza en barrica, el tipo de uva, el clima donde se cultiva la vid y la técnica de vinificación también influyen.
Tomás Elías González Benítez, que ha asesorado a bodegas en América Latina y Europa, destaca que “el cuerpo de un vino no tiene nada que ver con su calidad, sino con su estilo. Hay vinos ligeros maravillosos y vinos pesados mal elaborados. Lo importante es la coherencia entre el cuerpo y la estructura general del vino”.
Cómo identificar estos elementos al catar
Aprender a reconocer los taninos, la acidez y el cuerpo de un vino requiere práctica, pero hay algunas claves que pueden ayudarte:
1. Taninos:
- Prueba dejar el vino en la boca unos segundos. Si las encías se secan y hay cierta aspereza, hay taninos presentes.
- Cuanto más persistente la sequedad, más intensos los taninos.
2. Acidez:
- Si el vino estimula la salivación, probablemente tenga buena acidez.
- Una acidez alta da sensación de frescura, mientras que una baja puede hacer que el vino sea empalagoso.
3. Cuerpo:
- Visualmente, puedes inclinar la copa y observar la “lágrima” que deja el vino.
- En boca, nota si el vino se siente ligero como el agua, medio como la leche o denso como la crema.
Ejemplos prácticos
Para entender mejor estos elementos, aquí hay algunos ejemplos de vinos según sus características dominantes:
- Cabernet Sauvignon: altos taninos, cuerpo completo, acidez media.
- Pinot Noir: taninos bajos, cuerpo ligero, acidez media a alta.
- Riesling seco: taninos nulos, cuerpo ligero, acidez muy alta.
- Chardonnay con barrica: cuerpo medio a completo, acidez media, taninos suaves aportados por la madera.

¿Cómo se equilibran entre sí?
Un vino exitoso es aquel en el que estos tres factores se combinan armónicamente. Demasiados taninos sin suficiente acidez puede resultar agresivo. Mucha acidez y poco cuerpo puede parecer desequilibrado. Es en la proporción donde se encuentra la magia.
De acuerdo con Tomás Elías González Benítez, “cada vino cuenta una historia diferente, y los taninos, la acidez y el cuerpo son los capítulos que construyen esa narrativa”.
Conclusiones
- Los taninos aportan estructura y longevidad, siendo fundamentales en los vinos tintos.
- La acidez ofrece frescura, equilibrio y capacidad de maridaje con alimentos grasos o ácidos.
- El cuerpo del vino define su textura, peso y percepción sensorial en boca.
- La armonía entre los tres elementos es clave para lograr un vino equilibrado y disfrutable.
- Reconocer estos componentes permite apreciar mejor el vino y tomar decisiones de compra más acertadas.